Los dilemas éticos y legales del profesional de enfermería surgen principalmente cuando brindan cuidados a los pacientes, ya que deben garantizar su calidad, pero también tiene que enfrentarse a situaciones donde los principios éticos pueden entrar en conflicto con la normatividad o con los derechos de los enfermos. Los principales dilemas a los que se enfrenta tienen que ver con la autonomía del paciente, la confidencialidad, el consentimiento informado, y la objeción de conciencia ante tratamientos agresivos.
La ética en enfermería se basa en los principios de autonomía, beneficencia, no maleficencia, confidencialidad y justicia. Éstos ayudan a resolver los dilemas que pueden presentarse al otorgar los cuidados al paciente, el cual está profundamente ligado a cuestiones éticas y legales, ya que el personal responsable del cuidado enfrenta decisiones que afectan la vida, dignidad y derechos de los pacientes. A continuación, se describen algunos dilemas muy frecuentes en el cuidado de enfermería y su implicación desde una perspectiva ética y legal.
Desde una perspectiva ética, la deshumanización del cuidado entra en conflicto con los principios fundamentales de la profesión, como la beneficencia, la autonomía y la dignidad del paciente. Además, en términos legales, puede derivar en negligencia, omisión de cuidados básicos e incluso mala praxis, lo que expone a los profesionales a sanciones administrativas y penales.
Los dilemas legales en la enfermería incluyen los siguientes:
Los dilemas éticos y legales en enfermería, como la omisión y deshumanización del cuidado, están asociados al déficit de profesionales de enfermería, al aumento de ingreso de pacientes y/o al exceso de trabajo; son una parte inevitable de la práctica profesional. La resolución de estos dilemas requiere además un equilibrio entre la ética, la legislación y el bienestar del paciente. En cuanto a los errores, éstos no se pueden ver como sucesos aislados, sino como problemas inherentes a la práctica institucional en la que los profesionales participan en corresponsabilidad. Para enfrentar estos desafíos, los profesionales de enfermería deben contar con una sólida formación en bioética, normativas legales y toma de decisiones clínicas. Por lo anterior, es fundamental que el profesional de enfermería trabaje en equipo con otros profesionales de la salud y mantengan una comunicación efectiva con los pacientes.
* Adela Alba Leonel es doctora en Ciencias de la Salud y profesora de carrera titular “A” de la Facultad de Enfermería y Obstetricia (FENO), y profesora de asignatura “A” de la Facultad de Medicina; docente de pregrado y posgrado en ambas facultades. Ha realizado publicaciones nacionales e internacionales en revistas científicas y capítulos de libros. Su investigación se ha desarrollado en hipertensión arterial, Diabetes Mellitus, fármaco-epidemiología, automedicación, acupuntura, prescripción, COVID-19, enlace de turno, cuidado de la salud mental e inteligencia artificial en salud. Brandon Gerardo Montes Rodríguez es licenciado en Enfermería y Obstetricia, egresado de la FENO. Actualmente se desempeña como enfermero general clínico en el Instituto Mexicano del Seguro Social y colabora como profesor titular en la Escuela de Enfermería del Centro Médico Nacional Siglo XXI. Su experiencia combina la práctica clínica con la formación académica de nuevos profesionales en el ámbito de la salud. Samantha Papaqui Alba es médica por la Escuela de Medicina Saint Luke; obtuvo el primer lugar en el 1er. Simposio de Investigación en la Universidad Westhill, 2019, con el tema Depresión entre los médicos versus población general en la Ciudad de México. Ha participado en 14 congresos y tiene publicaciones como coautor en revistas científicas y de difusión, a nivel nacional, y capítulos de libros.
Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del pub-unam. Todo comentario, réplica o crítica, es bienvenido.
1 A. Alba-Leonel, J. Papaqui-Hernández, M.D. Zarza-Arizmendi y G. Fajardo Ortiz. “Errores de enfermería en la atención hospitalaria”, Rev Enferm Inst Mex Seguro Soc 19, núm. 3 (2011): 149-54.
Los albergues en la frontera mexicana viven una situación inédita con la ausencia de migrantes. Pero eso no quiere decir que la migración se haya detenido.
Hubo momentos, hace no mucho, en que el piso del albergue Embajadores de Dios, en la ciudad mexicana de Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, casi no se podía ver: los colchones, carpas y camas de migrantes forraban el espacio.
Hoy, en cambio, el recinto se ve inmenso, la mitad de las camas disponibles están sin tender y en una esquina hay arrejuntados un puñado de colchones azules para los días de emergencia.
Pareciera que estos no son días de emergencia en una ciudad que no conoce la calma en materia migratoria.
Pareciera que el discurso de Donald Trump —que la amenaza de una deportación masiva y el cierre de mecanismos legales para migrar para contener lo que el considera una “invasión”— ha tenido efecto: la gente está cruzando menos.
“En este momento no hay llegadas importantes a México”, dice Silvia Garduño, portavoz en México de Acnur, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados. “Pero sabemos que las causas de salida se mantienen”.
Tijuana, que comparte área metropolitana con San Diego, es la ciudad más grande de la zona, nació como producto de la delimitación fronteriza y ha sido por siglo y medio el punto neurálgico del flujo migratorio hacia la mayor potencia del mundo.
Acá hay 44 espacios dedicados a la recepción y atención de migrantes y ninguno, según activistas que los recorren a diario, tiene ahora más de la mitad de ocupación.
BBC Mundo visitó cinco de ellos y en todos —más que la fila usual para usar el baño, las tomas eléctricas abarrotadas de celulares o el sonido de los niños jugando y corriendo— lo que encontramos fue silencio, carpas vacías, comedores desolados.
Según cifras de Acnur, el 90% de la población migrante en la ciudad está hoy por fuera de los albergues.
La situación se replica en las otras ciudades fronterizas como Tijuana.
Un silencio que no implica que la migración se haya detenido, advierten los activistas: significa, más bien, que los migrantes se están quedando en el camino, o están intentando cruzar ilegalmente.
Las causas de la migración —la violencia, la pobreza o la persecución en países como Haití, Venezuela o Nicaragua— están vigentes o incluso han empeorado con el cierre de la cooperación internacional estadounidense decretado por el gobierno de Trump.
El deseo y, para la gente perseguida, la necesidad de migrar hacia Estados Unidos es imposible de detener, señalan los expertos.
“La esperanza de migrar puede con todo”, dice Judith Cabrera, directora de Border Line Crisis Center, un albergue en Tijuana.
Cabrera se reúne con BBC Mundo una mañana fría y nublada en la que unas horas antes se había visto con un grupo de migrantes colombianas que fueron estafadas dos veces a cuenta de su obsesión por cruzar.
Los presuntos coyotes, relata la activista, primero les dijeron que las iban a cruzar por US$800 a través de un túnel; es decir, por una décima parte de lo que suele costar y a través de un túnel que, desde hace cuatro décadas, no existe.
“Las montaron en un carro, las pasearon por toda la ciudad y al final las dejaron donde las habían recogido”, señala Cabrera.
Luego, lo mismo: unos traficantes les prometieron el cruce por US$2.300. “Y claro, al ser más lana (dinero), ellas pensaron que era más certero, pero qué va, otra vez las estafaron”.
Cabrera se lamenta: “No hay nada que yo les diga que pueda evitarlo, y eso te muestra que el sueño americano no está roto (…) La gente quiere seguir insistiendo en cruzar y no se da cuenta de los peligros que implica porque prefieren mantener el sueño vivo”.
Y concluye: “Trump está desalentando la migración y eso es caldo gordo para los traficantes (favorece)”.
Los migrantes que no están intentando cruzar ilegalmente pueden estar esperando en el lugar donde están a ver cuándo surge una nueva oportunidad.
Trump cerró los sistemas de atención migratoria, como el CBP One, que permitía pedir una cita para pedir asilo antes de entrar en EE.UU. La apuesta de muchos —270.000 se quedaron varados por las cancelaciones— es que lo vuelva a abrir o cree algún mecanismo similar, lo que parece improbable.
“La decisión de quedarse donde están nunca es definitiva”, dice María de Lourdes Madrano, directora de Centro 32, una organización que apoya a los migrantes en los albergues.
“Siempre creen que al día siguiente pueden abrir y solucionarse la situación, y creen que alejarse de la frontera reduce la posibilidad… Porque, después de tanto lo que costó llegar acá, se piensa que irse es como renunciar al sueño”.
“Los albergues están vacíos, pero los colegios están llenos de extranjeros”, asegura, en referencia a los niños cuyos padres migrantes han decidido asentarse en Tijuana, así sea transitoriamente.
Wilker Hernández tiene 23 años; es oriundo del estado Mérida, en Venezuela, y lleva un año intentando cruzar a Estados Unidos, donde está una parte de su familia, mientras la otra sigue en su país. Tenía la cita para presentar documentos el 21 de enero, al día siguiente de la toma de posesión de Trump. Se la cancelaron.
Y desde entonces ha ido adaptándose a la idea de que su destino bien puede ser este: Tijuana, una ciudad que tiene la migración en su ADN, de la que se dice que “hay oportunidades para todos”, que reporta la tasa de desempleo más baja de México.
“Estamos como en un limbo de que no sabemos qué va a suceder”, dice Hernández, quien ha conseguido un trabajo como obrero en un albergue, Embajadores de Dios, donde están construyendo viviendas formales fuera de la zona de carpas.
El barrio que le rodea, conocido como el Cañón del Alacrán, ha vivido en los últimos dos años un boom de construcción de asentamientos relativamente formales de grupos migrantes que han decidido prolongar su estancia en Tijuana.
“Aún estoy indeciso, si intentar cruzar o devolverme”, añade. “Por ahora estoy trabajando porque qué más (…) Trump cerró la frontera, está sacando a todos los latinos, es un poco complicado, estamos acá y no sabemos qué hacer”.
El discurso de Trump ha calado entre los migrantes. Eso los puede poner en mayor riesgo ante las mafias y los coyotes, pero en todo caso reduce su esperanza de una mejor vida, una vida posible, en Estados Unidos.
El mandatario prometió una “deportación masiva” de personas indocumentadas que, aunque lejos de ser masiva, sí tiene un impacto disuasorio.
Cabrera, la activista tijuanense, lo pone así: “Más que una deportación masiva, lo que estamos viendo es una deportación mediática, y eso claro que tienen sus efectos, sobre el camino y la salud mental del migrante”.
En los albergues casi no hay migrantes, pero la situación del migrante es ahora más difícil.
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